Pocos momentos hay en la vida en los que una persona se encuentre más débil que en su ancianidad. A partir de cierta edad, y exceptuando casos que se salen de la norma general, las personas necesitan unos cuidados especiales como consecuencia de factores como la pérdida de movilidad en la totalidad del cuerpo, la incapacidad para realizar determinadas acciones por sí mismos y, en definitiva, la falta de autonomía suficiente como para poder desarrollar su vida sin la existencia de riesgos más que evidentes para su salud tanto física como mental.
