No hay duda posible. El confort y la habitabilidad de una casa la determinan en buena medida sus muebles. Pero, como suele decirse en el lenguaje popular, tener una casa es tener un techo bajo el que cobijarse de las inclemencias del exterior. El techo es la definición de confort y seguridad de la casa. Para sus habitantes y para los muebles. Y para garantizar esta protección, el techo debe ser por completo impermeable, estanco. Si esto no es así, más le vale contactar con expertos en reformas como Cubiertas Estévez y abordar los arreglos necesarios para atajar de una vez por todas esta intolerable situación. Y es que el principal problema que padecen las cubiertas del techado proviene del efecto de la humedad y las filtraciones de agua, que aparte de crear una situación de inhabitabilidad en la casa, deterioran en gran medida la instalación arquitectónica, que debe ser sustituida. Así pues, de cara a una reparación de la estanqueidad de las cubiertas, es bueno conocer los sistemas de impermeabilización más comunes del mercado, que son el caucho clorado o clorocaucho, las láminas bituminosas, las membranas líquidas con base de poliuretano y el etileno propileno dieno monómero, conocido con sus siglas EPDM.
El caucho clorado o clorocaucho posee la ventaja de ser un material barato que gracias a sus versátiles características implica la realización de una obra rápida y sencilla. Las mismas que, por el contrario, le convierten en un material poco duradero. Su precio reducido le convierte en una elección muy popular en las comunidades de vecinos y casas particulares, puesto que proporciona una solución veloz y asequible a sus engorrosos problemas. En su perjuicio destaca que, en ocasiones, su menor vida útil y cierta dejadez en la instalación por parte de algunos profesionales, confiados en la sencillez de su instalación, deriva en que adquiera un estatus de poco más que un parche casi provisional. Por este motivo, recurrir al caucho clorado o clorocaucho ha de responder más a una situación de emergencia o para reparaciones puntuales y localizadas, con la consciencia de que existen remedios más duraderos y consistentes –y que requieren asimismo una inversión mayor-.
Una de estas opciones es la que ofrecen las láminas bituminosas, más recomendables a la hora de acometer una reforma integral de la cubierta gracias a su eficacia probada por su uso tradicional –son las conocidas como láminas de asfalto-, la flexibilidad que muestra para adaptarse a distintas necesidades y superficies, y las garantías de estanqueidad que aporta cuando la instalación se realiza en condiciones, que suele darse porque su instalación implica el trabajo de un profesional especializado. Por supuesto, como se colige de estas indicaciones, el tiempo de colocación es mayor, con una obra más complicada y de mayor volumen por las exigencias de material y trabajo; necesita la contratación de trabajadores expertos que asuman una probabilidad mayor de fallos dada la complejidad de la instalación y que manejen herramientas de riesgo durante el proceso como el soplete, necesario para fundir entre sí las distintas láminas que compondrán la superficie de la cubierta. El precio, en consecuencia, se incrementa.
Otra propuesta es la de las membranas líquidas con base de poliuretano, que destacan por su resistencia contra los rayos UV, su gran elasticidad y la inexistencia de puntos de juntura entre las piezas, como ocurre con las láminas bituminosas. Su aplicación es también rápida y sencilla, como la del caucho clorado o clorocaucho, puesto que, literalmente, consiste en extender el material –pintar- sobre la cubierta en cuestión, lo que permite cubrir sin dificultad todo tipo de rincones, recovecos y esquinas, más inaccesibles para otros recursos de impermeabilización. Sus principales inconvenientes surgen cuando esta aplicación no alcanza un grosor insuficiente o no se lleva a cabo con eficacia por simple negligencia –de nuevo por confiarse de la aparente simpleza del trabajo-.
Por último, las láminas de etileno propileno dieno monómero o EPDM ofrecen una notable garantía a largo plazo y es capaz de amoldarse a todo tipo de medidas y tamaños, con gran resistencia contra la acción de los elementos debido a su elasticidad sin parangón. La obra, como en las láminas de bituminosa, requiere de un trabajo muy especializado y una obra incómoda y dilatada en el tiempo. Sin embargo, la calidad del acabado es probablemente la mayor de entre estos cuatro ejemplos, siempre que la instalación se haya cumplimentado con corrección.