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Cuidado con los transportes de muebles

La semana pasada pedí un escritorio estilo Luis XVI para el despacho de mi marido. Un regalo de aniversario que esperaba que fuera increíble porque siempre ha querido uno y bien por economía o bien por pensar que era un capricho que no necesitaba siempre acababa dejando pasar. Yo estaba emocionadísima y lo tenía todo perfectamente milimetrado para que los del transporte vinieran cuando él no estaba y nos diera tiempo a colocarlo y ponerle un lazo enorme rojo que había comprado en la mercería así que os podéis imaginar la casa que se me quedó cuando llegó con dos golpes en un lateral que se veían a tres kilómetros de distancia.

Resulta que la excusa de los transportistas fue que siempre aconsejan a las tiendas de mueble envolver el producto con telas o llevarlo desmontado en una caja o incluso ponerle una caja enorme por fuera que lo cobra aunque esté montado pero, en esta ocasión, la tienda se había quedado sin cajas y aunque ellos atan todo lo que transportan para evitar movimientos en el camión, siempre avisan antes de salir para dejar claro que si no aceptan sus recomendaciones no se hacen cargo de cómo lleguen los muebles.

Cuando escuché eso no sabía si ahogar a los transportistas o a la tienda en cuestión porque una cosa tenía clara: me iban a cambiar el mueble por uno en perfecto estado pero claro, para la entrega estelar me tenía que quedar con el que había venido.

Pensándolo mucho, y detenidamente, me di cuenta de que la culpa era enteramente de la tienda en cuestión porque si la empresa de transportes avisa de que esa no es la mejor forma de llevar los muebles y de que es la tienda quienes deben poner las cajas para su transporte y luego la tienda no hace caso, es normal que los transportistas se desentiendan de los problemas que surjan, ¿verdad?

El caso es que me cabree tanto que, como tenía un par de horas hasta que llegara mi marido de trabajar, me metí en Internet a buscar una fábrica de cartones y cajas de cartón. Encontré a Cartonajes Mimó, cuyo nombré no olvidaré  en la vida, y tras apuntarme la dirección cogí el coche y me presenté en la tienda donde había comprado el escritorio para el despacho de mi marido.

Obviamente me dijeron que esa misma tarde irían a recoger el mueble y en un par de días me llevarían uno nuevo y que se hacían cargo de todos los gastos de portes y demás (faltaba menos) pero yo tenía que dejar bien claro que me habían fastidiado mi sorpresa de aniversario y que no pensaba quedarme calladita sin desahogarme un poco diciendo todo lo que llevaba dentro así que les planté la dirección web de la empresa de cartones en la cara y les aconsejé que les llamaran lo antes posible para surtirse de cajas a medida para los muebles o de cartonajes o de lo que hiciera falta.

El pobre encargado me miró con cara de miedo y asintió con la cabeza sin apenas responderme nada porque creo que yo tenía una cara de loca que ni el padre Carras en pleno exorcismo vio sobre el rostro de Reagan.

Mi marido recibió su regalo con sus desperfectos y tres días después nos trajeron el nuevo en perfectas condiciones así que todo arreglado pero, ¿tanto les costaba tener cajas de sobra en el almacén?

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