Cuando somos los dueños de un negocio también somos los primeros en saber que no basta solo con tener la mejor calidad en los productos que vamos a ofrecer a los clientes. Es necesario tener el arte de saber venderlos. Y este arte es toda una ciencia que conlleva un sinfín de detalles de cuyo cuidado depende, en infinidad de casos, nuestro éxito a la hora de que nos compren dichos productos y de, por tanto, ganar dinero.
Digo lo anterior porque es una de las lecciones que me ha ofrecido mi experiencia como regente de un negocio de muebles que abrí hace ya unos dos años. Al principio yo siempre había pensado que la calidad todo lo podía, y por eso me centré de manera exclusiva en ello para traerme de las mejores Ferias del Mueble de nuestro país los utensilios de primera talla.
Sin embargo, los datos que arrojaba mi volumen de ventas no terminaban de convencerme. Vendía muebles, sí, pero no con la fluidez que yo esperaba en un principio. Era evidente que algo estaba fallando, y esto era algo que me preocupaba y que debía corregir cuanto antes.
Pensé en instalar luces en el escaparate de la tienda. De esa manera los muebles que exponía se verían resaltados y llamarían la atención de un mayor número de viandantes. Llevé a cabo la idea, para la cual contacté con el marido de una amiga de la infancia. El resultado parecía bueno en un principio. Los muebles destacaban y es cierto que las ventas subieron algo después de un tiempo. Pero un buen día las luces del escaparate se fundieron.
El marido de mi amiga me pidió todas las disculpas del mundo. Le dije que no se preocupara y que no pasaba nada, después de lo cual me puse a indagar por Internet para descubrir quién podía ofrecerme el servicio que el escaparate necesitaba: una buena iluminación, que fuera elegante y a la vez llamativa.
La solución llegó cuando descubrí una página web llamada www.luzgalery.com. Ésta era una empresa dedicada a la venta de lámparas de todo tipo (de pared, techo…) y estilo (vintage, clásico, etcétera), por lo que creí que sería una buena opción para darle al escaparate de la tienda el punto que necesitaba para que terminara de llamar la atención de todo el mundo.
Contacté con ellos para solicitarles información. Como los precios que me mostraron me convencían bastante y entraban dentro de lo que yo estaba dispuesto a gastar, accedí a realizar una compra de dos lámparas de pared y tres de techo. Después de que los instalasen, me di cuenta de que el objetivo de llamar la atención podía darlo por cumplido porque la tienda destacaba entre las de alrededor.
Y las ventas se dispararon
El encabezado anterior ya lo dice todo. Al poco tiempo de haber instalado las nuevas lámparas para el escaparate comencé a notar un aumento de visitas en la tienda y también de ventas. En esta ocasión estaba seguro de que el acierto había sido pleno porque también escuchaba los comentarios de la gente que me visitaba. Escuché a varias personas decir: “¡qué bien que está esta tienda ahora!” y comprendí que estaba trabajando bien.
A veces, en el mundo de los negocios hacemos las cosas de manera inversa. Es lo que me ocurrió a mí. Me equivocaba al pensar que la calidad de mis muebles lo era todo. Es posible que signifique una parte importante, pero de nada serviría tener lo mejorcito si no fuera capaz de captar las miradas de los potenciales clientes. Es eso lo primero que es necesario hacer. Primero captar su atención. Después, la calidad la notarán ellos mismos.